Álvaro Riva Rey*
10/12/2014 - Cada año
pasa lo mismo y este año, por ser electoral, muy probablemente sea peor:
algunos conjuntos u organizaciones de Carnaval presionan por más recursos, por
un posicionamiento político o teatral, por un sentimiento de frustración o por
alguna otra de las mil formas de la disconformidad “de colectivos”.
Ya ha habido algunos
escarceos, reducidos a los grupos que consideran que el Estado (o el gobierno)
debe ser el gran mecenas de todas las cosas, el que se ponga todo sobre los
hombros para satisfacer la demanda de quienes no encuentran recursos en otro
lado, ni en la solidaridad (como ONG), ni en el mercado (como empresas), ni en
la compasión (como méndigos).
Son esos que creen que el
Departamento de Cultura debería ser un MIDES de la cultura que se haga cargo de
proveer para erradicar las necesidades insatisfechas, la pobreza y la
indigencia artística o creativa.
PLAZO PARA ARRANCAR
Este año nos fijamos,
como es de estilo, un plazo que vence hoy, suficientemente anticipado como para
prever con anticipación lo que haga falta para poder hacer las cosas en orden.
Ordenar 60 espectáculos en
todo el departamento, organizar 6 corsos, uno de niños, dos en el interior…
Para que el lector tenga una idea, en 2014 se registraron 14 conjuntos
carnavaleros locales con los cuales hicimos 63 contratos para presentaciones
(desfiles o escenarios); además se contrataron 12 solistas u orquestas locales
para otros 29 bailes, tablados o escenarios.
Además contratamos a
otros 16 conjuntos de fuera del departamento, alguno de ellos para más de una
presentación, como es el caso de Agarrate Catalina.
Todo esto en 20 ciudades
y pueblos y varios barrios de Florida: con transportes, luces, sonido, cenas y
escenarios, un descomunal esfuerzo de logística.
FRAY MARCOS, UN PARADIGMA
El Carnaval “de antes” era
popular y espontáneo, al punto que quienes lo organizaban sólo pedían a la
intendencia el corte de calle y a la policía el permiso.
Los carnavales “de ahora”
son cien por ciento municipalizados, con algunas raras excepciones dignas de
mención: el Carnaval de Fray Marcos, por ejemplo, es puramente local, consiste
en competencias deportivas entre cuatro barrios, dos desfiles en los que ellos
mismos son los protagonistas y una premiación final, que también es propia.
En Florida este año hemos
fracasado en el intento de impulsar un movimiento de carnaval, una agrupación
de carnavaleros (cooperativa, ONG, organización social, gremio…) que asuma un
proyecto de “Fondo de Incentivo” (que el Departamento de Cultura elaboraría)
para generar recursos de la sociedad civil que se sumen a los púbicos.
Se trataba de gestionar $
100.000 por agrupación en un año, con devolución en impuestos de hasta el 70%, para
hacerles un piso para su propia gestión, lo que podría insuflar un millón de
pesos más, es decir, un 33% más de lo que hoy cuenta el Carnaval de recursos de
la intendencia.
PROFESIONALISMO DEL FUTURO
No pudimos, las
agrupaciones no se pusieron de acuerdo y no habrá gestión de recursos
extra-presupuestales; todo dependerá de cuánto “ponga” la intendencia y de los
escenarios que patrocine.
Los conjuntos locales
actúan, los clubes y organizaciones sociales organizan el beneficio, la
intendencia paga.
Es imprescindible mirar
el futuro. Hace falta la inversión privada y para que así sea, hace falta dar
un espectáculo atractivo.
No son el gobierno
departamental ni el Departamento de Cultura los que deben levantar la mira y
cambiar la cabeza: es el sector privado, son las organizaciones de Carnaval las
que deben pensar en términos de “industrias creativas”. En términos de un
negocio que produce valor, genera desarrollo y agrega al producto bruto.
Y si no les gusta este
discurso, miren a las industrias culturales prósperas y como crece la
exportación de productos culturales nacionales.
De hecho, aunque unos
hablemos del negocio de la cultura y otros del arte independiente, al final
terminamos hablando de “apoyos”, que no es otra cosa que dinero.
SOMOS LO QUE HACEMOS
Mucho puede hacer el
Departamento de Cultura por el Carnaval, pero todo tiene un tope (de
presupuesto, recursos humanos y materiales) y ese tope siempre está por debajo
de las expectativas de los artistas.
Sin embargo, nuestro
deber no es sólo para con los artistas. La ciudadanía tiene derecho a la cultura.
Su cultura. No la que otros crean o quieran imponerle.
Por eso seguirá habiendo
carnavaleadas en Fray Marcos mientras los vecinos así lo deseen, y seguirá
habiendo bailes de carnaval mientras haya un club de abuelos que quiera
celebrarlo bailando. Esté en Goñi o Maciel, en Chamizo o Reboledo, en Nico
Pérez o Cerro Chato.
Hemos fracasado en el
intento de involucrar al movimiento del Carnaval local en la idea de unir
fuerzas para conseguir más dinero; siempre es más fácil pedir más a la
intendencia que salir a dar la pelea en el mercado. Además opera como coartada.
Pese a ello, aún seguimos
abiertos a escuchar ideas, a hacer alianzas estratégicas y a fomentar ese
modelo que garantiza que, sean las que sean las ideas que profesen, tengan su independencia
creativa.
(Publicado en El Heraldo
el 10/12/2014)
*Periodista,
Director de El Heraldo y Director de Cultura.
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