Álvaro Riva Rey*
No estamos
hablando del modelo clásico, tradicional, de la administración pública como
proveedora de cultura; estamos hablando de una sociedad productora de cultura.
La cultura como
fuente de empleo, inversión y crecimiento económico, todo lo cual redunda en
desarrollo y, por ende, mejor calidad de vida para todos.
La cultura no
como un artículo suntuario, burgués o como quiera llamársele, que se disfruta
según clases sociales, lo que sería cultura como sinónimo de arte o bellas
artes. La cultura definida a mitad de camino entre la definición antropológica
y tradicional, con una fuerte mezcla de visión económica.
Estamos hablando
de “cultura y desarrollo”, una materia que si bien ha sido tratada a nivel
nacional, acá en Florida está atrasada años luz.
PRINCIPIOS DEL DESARROLLO
No hay desarrollo
sin una economía sana y próspera. Primero está el crecimiento económico, que es
crecimiento material, pero éste no es suficiente para asegurarnos el desarrollo
social que implica agregarle el concepto de dignidad. Si no genera mejoras
condiciones de vida, y condiciones de vida digna, no hay desarrollo.
En materia
cultural también hace falta el componente “equidad”, que es la igualdad de
oportunidad de acceso a la cultura o a los productos que esta industria genera.
Y en materia de
desarrollo la cultura aporta de las dos formas posibles: porque agrega valor en
cuanto a lo simbólico (capital humano o social) y porque es fuente de “valor
agregado”, en términos de aporte a la economía real.
BASES PARA UN CAMBIO
Pasar de un
modelo de gestión cultural consistente en proveer cultura a un modelo de
gestión que implique el involucramiento de la sociedad en los procesos de
producción cultural no es tarea sencilla.
Hay componentes
culturales (es curioso, pero son culturales) que han contribuido a evitar este
cambio: la idea del mecenazgo, la visión de que el Estado debe ser el que
provea la cultura o los recursos para que ella se realice, están demasiado
arraigados y son conservadores.
Hay otras fuentes
de financiamiento. De hecho el propio gobierno las ha creado (fondos
concursables, fondos culturales, fondos internacionales…), aunque muchas
industrias culturales prefieran seguir extendiendo la mano.
EL PROYECTO DE CARNAVAL
En 2014 lanzamos
la idea de procurar fondos para las industrias culturales del Carnaval de
Florida y fracasamos. Necesitamos que éstas se unieran y crearan una
institucionalidad y para esto pusimos infraestructura y recursos humanos.
Postular en el
marco de la “ley de mecenazgo” era la idea, buscar financiamiento externo –del
sector privado que se beneficia con excepciones tributarias- era el propósito,
generar recursos para la base estructural de los conjuntos era el sueño. Si lo
hubiéramos logrado, no dependeríamos exclusivamente de los tributos y los
contribuyentes.
Ese hubiera sido
un ejemplo de “sociedad productora de cultura” y no sólo de “gobierno
proveedor”.
BUSCANDO ADEPTOS
Es mucho más
frecuente que los floridenses estén dispuestos a buscar financiamiento para
emprendimientos editoriales, teatrales o musicales, que para estas industrias
culturales con mucha más penetración popular, es decir, más seguidores y más
público.
Estamos en
procura de gente que crea en estas ideas, gente que crea que hay un tiempo
mejor para construir –contra los nostálgicos que se aferran a la idea de que
todo tiempo pasado fue mejor- y para crecer, que hay un escenario propicio para
este crecimiento.
Allí debe haber
empresarios, líderes de industrias culturales, gestores culturales y un campo
de la cultura más fuerte, más extendido y más sólido. Gente que crea que
Florida puede apelar a estas herramientas para una mejor inserción en el país,
en la región y en el mundo.
*Periodista, director de El Heraldo y director de
Cultura.